Arraigados en la fe

Por Carmen Pérez Rodríguez

Desde aquí la ventana de hoy: desde la buena intención ante la vida, desde la necesidad que tenemos de fe y esperanza.

Viene el Papa. Viene el Papa a la Jornada Mundial de la Juventud. Ese es el objetivo de su viaje. Pero en ese encuentro, en ese punto de mira, en ese escenario, en ese marco, no están solo los jóvenes. No pueden estarlo, estamos todos en ellos, o con ellos, en relación con ellos. Somos miembros de una gran familia. Ocurre siempre en la sociedad. La presencia del Papa entre tantísimos jóvenes es un bien enorme para todos. Una alegría y savia que nos alimenta. Nada es independiente, y deja neutro a lo demás. Si la juventud es sana, su salud nos da fuerza y energía. No existe una realidad social separada. La Jornada Mundial de la Juventud la necesitamos todos, y nos vigoriza a todos, nos enseña a todos. Esa es la vida.

La presencia del Papa con jóvenes de todo el mundo es un regalo y una gracia para todos, porque la visión cristiana del mundo es el modo de acercarse el hombre a la verdad de Dios.  Y esto se comunica y se ve. Vosotros sois la luz del mundo, dice Jesucristo, no se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa.

“Arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe” es el lema tomado de la carta de S. Pablo a los colosenses. Una carta breve pero que descuella entre las demás cartas paulinas. Está centrada en la reflexión sobre el misterio de Cristo. Nos muestra la condición de Cristo, como imagen de Dios. En El están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Es la culminación de todo el orden creado, que tiene en El  su destino definitivo. No nos dejemos engañar por nada ni por nadie. Nuestra vida por eso ha de estar arraigada y edificada en Cristo, firme en la fe. Y rebosando agradecimiento.

La presencia del Papa siempre nos sirve de ánimo. Jesucristo quiere hacerse presente a través de El y siempre su palabra es una invitación a descubrir el amor de Cristo que nos lleve a decir como Pablo de Tarso: vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó hasta entregarse por mí. Nuestra vida no tiene por qué ser un camino incierto, sin destino fijo, sino un camino que vamos haciendo hacia la meta de toda  vida humana y de la historia.

Necesitamos del testimonio de los jóvenes. Los necesitamos como en la familia se necesita de los hijos.  Los necesitamos para vivir con alegría nuestra fe diaria. ¿Quién  que realmente se sienta Iglesia no desea lo que ha dicho el Papa? “Quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros” El sucesor de Pedro los espera con profunda alegría a cada uno personalmente. Cómo espera también nuestra manera de estar y vivir con él y con ellos estas Jornada. Es un momento crítico en la sociedad, en el momento en que vivimos,  y también compartir la necesidad de la verdad  y de la amistad en los jóvenes para abrirse a decisiones importantes  para su vida.

Estos días pueden ser una auténtica fiesta de fe y de esperanza, una renovación en la vida. Son días para orar personal y comunitariamente, para gozar, y disfrutar, para participar en los eventos que se nos ofrecen: eucaristías, vía crucis, catequesis, conciertos, exposiciones, actos culturales, encuentros de amistad. Todos podemos experimentar junto con el Papa y con los jóvenes  la alegría de la fe que cambia nuestra vida y se proyecta sobre los que nos rodean. La alegría de la gran familia cristiana que abarca desde la madre que está embarazada, hasta el anciano que ve acercarse el momento definitivo de su encuentro con Jesucristo. No hay edad que no pueda sentir y vivir de lo que suponen estas jornadas. Todos estamos llamados a este gran encuentro con el Papa. Que nos sienta a todos y que todos lo sintamos a él.

Desde luego que esta Jornada Mundial de la Juventud puede ser una auténtica fiesta de la fe en la que podemos vivir cómo son los cristianos que necesita este momento nuestro: artífices de la paz, promotores de la justicia, animadores de un mondo más humano, un mundo según Dios. Cristo es el bien, la verdad, el amor que hay que compartir. Todos somos testigos de la esperanza cristiana que tanto necesita nuestro momento. Pensemos en lo que de nuestra parte podemos contribuir a vivirla.

Me estalla la gratitud hacia  Benedicto XVI por todo lo que está haciendo por la Iglesia, por cada uno de nosotros. Sólo tenemos que tener ojos capaces de ver y corazón capaz de sentir.

Publicado el agosto 11, 2011 en Una ventana abierta - Hª Carmen Pérez, stj. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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