Desde un testimonio de vida

Siempre es momento oportuno, siempre es el momento para preguntarme: mi testimonio de vida ¿cuál es? Si creo en lo que estamos viviendo en la Iglesia, si creo en el testimonio de vida de Jesús de Nazaret con todo lo que implica su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección ¿cuál ha de ser mi testimonio de vida? Y todo visto desde una de las primeras propuestas del Papa Francisco: el mensaje de Jesús es el mensaje de la misericordia, esa es nuestra vida y nuestra referencia.

Un amigo me permite compartir con Vds. su experiencia, su “testimonio de vida”. Hace pocos días, surgió el tema porque me conmovió su manera serena, profunda, confiada, de “sentir la vida”, de “sentirse en la vida” y le pedí me lo diera por  escrito. Lo centra en esta exclamación: “¡Qué bonito es vivir hoy¡”

“Este es el pensamiento y el sentimiento de un alcohólico más sin beber alcohol, es decir en sobriedad. Hoy hace cinco años y diez meses dejé de beber alcohol, y en este poco tiempo de mi vida me he hecho muchas preguntas acerca de “la vida”.

¿Soy una persona capaz de vivir serenamente y en conjunto con lo que me rodea? La respuesta es no. Cuando digo serenamente quiere decir con tranquilidad, sin sentimientos emocionales que me saquen del saber vivir que para mí es valorar con amor y bienestar lo que hoy tengo, que es la vida tal y como es, pero con amor, sabiéndote amado por Dios y ante su mirada. ¡Qué grande es la vida, y qué difícil entender que soy sólo uno más, que no tengo que sufrir en ella por nada importante, porque ella me eligió a mí para vivirla y no yo a ella¡ Es el gran misterio del porqué estoy en esta vida.

Ahora voy entendiendo que no beber es importante, pero que más importante es reconocerlo de verdad y agradecerlo todos los días, para así también agradecérselo a la vida, y concretamente a Dios porque en realidad Él es  el que me hace vivir y sin Él ni tan siquiera podría vivir.

Cuando empecé este escrito dije que “en este espacio corto de mi vida”. Y ahora entiendo por qué. Cuando bebía, el tiempo se me hacía larguísimo, los días eran interminables siempre esperando para poder seguir viviendo cuando en realidad era para seguir muriendo un poco más día a día. Todos los días eran iguales y eso me hacía pensar que estaba seguro en la vida.  Me hacía pensar que yo tenía la razón sobre las cosas, cuando eran los cosas las que estaban sobre mí.

¡Qué pequeña era la vida¡ todo se limitaba a entrar en un bar y pedir lo que más ansiaba “una copa de alcohol”. En esa copa llena de alcohol depositaba todo el bienestar o malestar del día. ¡Qué pequeña era la vida¡ cabía en una copa de alcohol.

Por eso hoy entiendo que la vida es grande porque es lo mejor que tengo. Puedo vivir, o puedo entender el sufrimiento que tengo en ella, pero parece que no quiero entender a veces que el sufrimiento también forma parte de ella y a la vez de mi existencia. Cuando dejé de beber ¡qué difícil era para mí vivir¡ Ahora entiendo un poco la realidad, yo no quería aceptar, ni sentir el sufrimiento a pesar de que no bebía. Había dejado de beber y creía que con eso era suficiente.

Para dejar de beber y querer vivir un día tuve que pedírselo a Dios, entrar en una Iglesia, ponerme de rodillas y pedirle me ayudara. Desde entonces El está a mi lado. Sé con certeza que si yo lo pierdo vuelvo a perder la vida. Ahora, si sufro es porque yo quiero, por no apreciar lo que Dios me da cada día, por no ver cada circunstancia en su mirada y desde su mirada, por no apreciar lo que tengo que es la grandiosidad de mi vida con Él.  Así es la vida, mi vida, puedo sufrir con todo lo que acontece, pero lo más importante es que con Dios sí puedo ir aprendiendo en la vida, puedo aprender de ella. La vida lleva trabajo, familia, amor, odio, rencor, envidia, soledad, bienestar, alegrías y penas, querer a los demás, y soy yo el que ha de saber vivir esto.  Hoy sí puedo ver y sentir esto.

Después de no querer vivir un día, y pensar en quitarme la vida, me di cuenta que me había alejado de Dios y cuando me alejé de Él, también me alejé de la vida. Ese día aprendí lo maravillosa que puede ser porque sólo yo,  y únicamente gracias a Dios, tengo la posibilidad de amarla realmente y no destruirla. Tengo que agradecer todos los días que estoy vivo y eso implica “sentir, reconocer”. Pienso que Dios me da cada día la libertad de que yo escoja: o ver la luz y la verdad o estar en la oscuridad y sufrir con desesperación. Esa es la libertad de mí ser, porque hoy no soy esclavo del alcohol le debo una vez más la vida a Él. Ahora le doy mil gracias y  mi vida a Dios.

Este es mi sentir al día de hoy como un alcohólico más  que voy buscando dentro de mí la razón de la vida y la razón es muy sencilla: estoy vivo porque Dios me hace vivir con defectos y virtudes porque eso forma parte de mí. Cuidado si no veo esos defectos o peor si es que no quiero verlos. Debo darme cuenta diariamente ante la mirada de Dios Padre que todo lo que me acontece, con todos mis errores y caídas, todo es para hacerme saber que estoy vivo y que Él me ama y voy caminando hacia la casa de mi Padre. ¡Qué bien que estoy vivo¡”.

Es para vivirlo desde nuestra propia experiencia: sólo con Dios puedo ir aprendiendo lo que es mi vida. Si me alejo de Él, me alejo de mi vida. Cada uno podemos conocer cuál es la bebida que nos impide vivir.

Publicado el abril 2, 2013 en Una ventana abierta - Hª Carmen Pérez, stj. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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